Se cumple este año el quinto aniversario del inicio de la crisis que, al contrario de lo que nos intentó hacer creer el anterior presidente del gobierno, no empezó en 2008 con lo de Lehman, sino un año antes. Echad un vistazo a mi última entrada en mi blog personal para más datos.
Pero el caso es que mientras las ventas de pisos siguen su curso lógico, es decir, cayendo desde la absurdez en que nos instauró el aznazapaterismo (un tercio según los últimos datos), echo un vistazo a esa tropa de los mal llamados empresarios que se ha comido la renta nacional de los próximos 40 años y me encuentro con esto. Ojo al dato:
“Somos el segundo país de la unión europea en el que viven más personas por hogar y, por eso mismo, España necesita unos tres millones de nuevas viviendas”. Quien dice esta sandez es José Manuel Galindo, presidente de la asociación de promotores.
Este tipo fue el mismo que en 2008 dijo que los precios de la vivienda no iban a bajar, luego se apuntó a la tesis zapateril del “aterrizaje suave” y ya cuando el tortazo era evidente dijo que si el gobierno no hace nada, la cosa irá a peor.
¿Y qué hacer? Pues muy fácil. Pagar nosotros la ruina de los promotores. Cuidado que no miento: “los promotores piden que la banca saque sus activos tóxicos a cambio de deuda pública”. O sea, que nosotros, los españoles, emitimos deuda para comprar a los bancos la porquería ladrillera que estos tipos han creado de manera que desaparezca la competencia de los bancos y ellos puedan por fin vender su stock a los precios ridículos que se proponen.
Cualquier cosa con tal de que ellos no pierdan dinero. Porque amigos, en España cualquiera puede perder dinero, menos el ladrillero. ¿Te va mal con tu empresa de software? ¿Con tu negocio de internet? Pues haber opositado, tontolhaba. Ah, eso sí: si eres ladrillero no puedes perder dinero. El Estado debe rescatarte.
La clave de la estafa a la que el binomio ladrillero-banquero ha sometido a buena parte de la población española nos la da el propio Galindo. Tomad nota: “para comprar casa es más importante conseguir hipoteca que el precio”. Fijaos en la clase de economía: ¿Qué importa el valor de lo que compres mientras lo puedas pagar? Precisamente eso es lo que se ha hecho en España durante la fiesta aznazapateril de 2000-07. Uno iba al banco y decía: ¿cuánto me das con este contrato a tiempo parcial de motero en la pizzería de la esquina? En función de la letra que me quede me compro casa, muebles, coche y viaje a Punta Cana.
Esa lógica financiera me permitiría a mí proponer el siguiente negocio al banco de mi barrio: dame una hipoteca a 900 años y me compro el Buckingham Palace.
Aunque al emprendedor tales cuestiones le parezcan ajenas, la realidad es que la orgía ladrillera nos ha supuesto una de las peores consecuencias: la desaparición del business angel. El tipo habituado a invertir en ladrillo durante el aznazapaterismo y ganar rentabilidades por encima del 20% en unos meses de manera fácil y cómoda, ahora no va a embarcarse en inciertas aventuras tecnológicas en las que ¡se puede perder! ¿Qué inversión es ésa que no permite salir ganando pasta segura en un par de años?
He hablado con numerosos inversores ladrilliles que ahora van de business angels. Cuando les dices que esto tiene riesgo, que es un proyecto a largo plazo, que probablemente hará falta más dinero en el futuro, etc. te miran como si tuvieses el Don Simón oculto debajo de la silla y ni te vuelven a llamar.
Ésa es la gran tragedia del aznazapaterismo: la pérdida de cultura financiera. La famosa frontera de riesgo-rendimiento, la teoría de carteras de Markowitz, todos los principios económicos que rigen la inversión han muerto como toros mansos en las tablas de la especulación inmobiliaria.
A ver quién lidia a ese toro.