Acabo de tener una reunión bastante desagradable. Y no porque me la hayanintentado jugar lo que, en mi trabajo, es uno de los principales riesgos.
La reunión ha sido desagradable porque hay emprendedores que no atienden a razones y se creen los mejores y los más listos del barrio. Este «chaval» en concreto acaba de tirar por tierra todo un año y medio de trabajo porque se le ha subido a la cabeza el proyecto que ha creado.
Un proyecto interesante pero que como todos los proyectos tiene que madurar y este «chaval» quiere hacer caja y forrarse antes de tiempo, se cree que su proyecto vale millones de euros y que lo va a vender a unos inversores por sólo medio millón de euros.
- ¡Se están aprovechando de mi!, ha llegado a decir.
- Espera, tienes que entender que tu proyecto ahora mismo, en el estado actual en el que se encuentra no vale nada (o casi nada). ¡¡¡ No tienes nada, ni patente, ni exclusiva, ni clientes, ni ventas, ni infraestructura, ni empleados!!!
- Sí, pero yo he puesto mucho dinero y tiempo en mi idea y, en dos o tres años, ¡¡va a valer muchos millones!!
Además, para mayor desesperación, no ha habido forma de que comprendiera que los viajes en primera clase, las vacaciones a costa de la empresa y comprar un coche grande con el dinero del inversor no son parte del juego.
Cuando me encuentro con este tipo de cliente intento por todos los medios evitar trabajar con él. Pero a este no le vi venir. No puedo soportar las actitudes prepotentes en ningún caso pero menos aún cuando no se tiene razón. Es un verdadero problema que ya me he encontrado en varias ocasiones y SIEMPRE con resultados desastrosos.