Una necesidad, una idea y, al final, una empresa de éxito. Así es como nació Zapato Feroz, de la mano de unos padres, Héctor Nebot y Laura García, que querían lo mejor para su hijo y que no encontraban alternativas saludables en el mercado. Así que se pusieron manos a la obra y, tras mucho pensar y darle vueltas, surgió la marca que se ha consolidado como referente del sector del calzado infantil respetuoso o minimalista. De eso hace ya varios años, pero su espíritu sigue intacto y, a pesar del crecimiento que están experimentando, a la hora de continuar con la empresa “intentamos ser siempre fieles a nuestros principios, como familia y también como empresa”. En esta entrevista con Todostartups, Héctor Nebot, cofundador de una de las marcas más conocidas de barefoot, analiza sus éxitos, su carrera al frente de esta compañía que surgió de la necesidad, de una idea, y que se convirtió en todo un éxito.
¿Cómo surgió la idea de Zapato Feroz?
Surgió literalmente al ritmo de los primeros pasos de nuestro hijo. Queríamos protegerle los pies, pero no encontrábamos ningún zapato que nos convenciera. O eran rígidos, o tenían formas antinaturales, o directamente eran feos. Lau (Laura García, cofundadora de la empresa) venía del mundo del calzado y tenía muy claro lo que no quería. No había en España nada que respetara realmente el desarrollo natural del pie infantil y, además, fuera bonito. Así que tomamos una decisión muy sencilla pero radical: lo crearíamos nosotros.
¿Cómo influyó vuestra formación en diseño e ingeniería en el nacimiento de Zapato Feroz? ¿Qué aportó cada uno desde su disciplina?
Yo me encargué de toda la parte técnica: desde montar la web hasta integrar la logística, automatizar procesos o analizar datos. Básicamente, todo lo necesario para que esos primeros zapatos pudieran salir más allá del círculo de amigos y familiares y llegar al mundo. Lau, como diseñadora y zapatera, tenía la visión de producto perfecta y también los contactos para ponerlo en marcha. Nuestra unión era poco convencional, pero totalmente complementaria. Por eso funcionó. Y además, como ingeniero —y padre primerizo— sentía que tenía todo el sentido del mundo: no solo a nivel de salud, también como una forma de aportar algo concreto a la infancia desde nuestra experiencia.
¿Qué creencias o frustraciones os movieron a crear un calzado diferente? ¿Qué problema estabais intentando resolver?
La mayor frustración fue ver que el calzado infantil seguía una lógica adulta y estética, no funcional ni respetuosa. En nuestro caso, la motivación fue clara: respetar la infancia desde los pies. Y la creencia que nos guiaba era que un buen producto no tiene que elegir entre salud, diseño o sostenibilidad.
¿Cuál fue el momento en que os disteis cuenta de que el proyecto se estaba convirtiendo en algo mucho más grande?
Hubo varios, pero uno clave fue cuando conseguimos vender unos 300 pares de zapatos en un día de estreno Feroz. Ahí entendí que esto ya no era solo una marca pequeña con valores, sino una comunidad muy potente que nos estaba pidiendo más.
Habéis crecido sin inversión externa. ¿Por qué decidisteis seguir ese camino y qué ventajas (o límites) habéis encontrado en ello?
Queríamos tener la libertad de hacer las cosas a nuestra manera. Eso significa, por ejemplo, no producir más de lo que se necesita, no empujar ventas por encima del propósito, o parar cuando toca revisar fundamentos. ¿Ventajas? Libertad total. ¿Límites? Sí, vamos más lentos y no siempre podemos asumir todos los proyectos que nos gustaría, pero nos mantenemos fieles a lo que somos.
¿Cómo os organizáis internamente para sostener un crecimiento tan fuerte sin perder el foco en la producción responsable?
Automatizamos todo lo automatizable y cuidamos con mimo lo que no lo es: la relación con nuestros clientes, la producción con proveedores de confianza, o el servicio postventa. También trabajamos con una fábrica que pudo seguir activa tras la pandemia gracias al acuerdo que firmamos con ellos. Eso nos permite crecer sin comprometer la calidad ni la ética.
Háblanos de Ferozland. ¿Qué significa este espacio para la marca y por qué decidisteis abrirlo?
Es un sueño hecho realidad. Es poder devolver a nuestra comunidad todo lo que ella nos ha dado. Ferozland no es solo una oficina o un almacén, es un pueblo donde los niños pueden volver a jugar en las calles, un espacio en la naturaleza donde trabajamos, atendemos al público y donde nos juntamos con familias en diferentes eventos y actividades. Queríamos un lugar que reflejara nuestros valores de cercanía, sostenibilidad y comunidad. Y nos permite estar físicamente conectados con lo que hacemos, no solo con métricas y pantallas.
En un momento como el actual, donde las nuevas tecnologías están en todas partes, ¿crees que encaja estas tecnologías con la artesanía del producto?
Para nosotros, no hay contradicción. Usamos tecnología puntera en todo el proceso: desde el diseño y la selección de materiales hasta la automatización de la logística y la atención al cliente. Apostamos por la innovación productiva, trabajamos con herramientas digitales avanzadas y estamos en constante evolución. Pero también hay una parte que nunca queremos perder: la mirada artesanal, la sensibilidad con los materiales, el cuidado por los detalles. Y, sobre todo, trabajamos siempre de la mano de la ciencia. Nos apoyamos en expertos en podología para testar y validar nuestros diseños, y que cada zapato cumpla con criterios fisiológicos reales. La tecnología nos hace mejores, no menos humanos.
¿Qué opináis del panorama actual del emprendimiento en España? ¿Qué creéis que falta o sobra en el ecosistema?
Hay mucho talento, muchas ideas, pero también demasiada presión por escalar rápido y levantar rondas. Nos falta más cultura de empresa sostenible, menos obsesión con crecer a toda costa. Y sobran discursos que romantizan el sufrimiento del emprendedor. También sería genial si los que gobiernan y legislan pudieran ser más empáticos y pusieran las cosas más sencillas para todo aquel que quiera sacar adelante una idea como su proyecto.
¿Os planteáis crecer en otros mercados o diversificar vuestra línea de productos más allá del calzado?
Sí, pero de forma coherente. Empezamos con calzado para adultos, porque nos lo pedía nuestra comunidad. Y estudiamos otros productos relacionados con la infancia y el movimiento libre. Hemos sacado las primeras zapatillas de fútbol respetuosas en España, también era una necesidad muy importante para los pies de los peques futboleros. Pero no queremos convertirnos en una marca de “todo para todos”. Solo lanzaremos lo que tenga sentido y podamos sostener con nuestros estándares.
¿Qué amenazas os preocupan más: la entrada de grandes marcas en el sector barefoot, los costes de producción o los cambios en el consumidor?
Las grandes marcas entrando al barefoot sin una comprensión real de lo que significa. Nos preocupa que se vacíe de contenido un concepto que debería ser profundamente respetuoso. También los costes: seguimos trabajando sin inversión externa, y eso nos exige ser muy prudentes en todo. Pero la mayor amenaza, quizá, sería traicionar lo que nos hace distintos.
¿Cómo se mantiene la coherencia con los valores iniciales cuando el proyecto ya no es “familiar” sino una empresa de alto impacto?
Recordando por qué empezamos. Rechazamos estrategias agresivas, evitamos la sobreproducción, explicamos al cliente cuándo no comprar. Nos damos permiso para parar, revisar y volver a empezar si hace falta. Y rodeándonos de un equipo y colaboradores que compartan esos valores.
¿Qué importancia tiene la sostenibilidad más allá del marketing? ¿Os cuesta mantener estándares sin que afecte al precio o márgenes?
Toda. Si fuera solo una etiqueta, no estaríamos aquí. Usamos materiales de alta durabilidad, reparamos antes que reemplazar, reacondicionamos devoluciones, no metemos publicidad dentro de las cajas… Son decisiones que cuestan dinero, pero no sentido. Intentamos ser siempre fieles a nuestros principios, como familia y también como empresa.
¿Cuál ha sido la mayor locura que habéis hecho por sacar adelante Zapato Feroz?
Dormir muy poco durante mucho tiempo. Los primeros años fueron un maratón de energía: cuidar de nuestro peque durante el día, y cuando por fin se dormía, nos poníamos a trabajar. Fue una etapa intensa, ilusionante y agotadora, todo al mismo tiempo. Esa misma locura en la que nos metimos nos daba energías para seguir con fuerzas...se retroalimentaba.
¿Qué consejo le darías a otros emprendedores que están empezando sin capital, pero con una buena idea y un propósito claro?
Hazlo simple, hazlo real y escucha mucho. Cuida más la comunidad que el pitch. No busques ser viral: busca ser útil.
¿Cuál es el próximo “paso feroz” que vais a dar?
Queremos que más familias se sumen a este estilo de vida más consciente, empezando por los pies. Y seguir usando nuestra empresa como herramienta de cambio. Más que nuevos productos, buscamos nuevas formas de impactar...y con nuestro décimo aniversario en 2026, se vienen muchas cosas bonitas y muy diferentes.