Reportaje Startups

Más que consejeros: cómo los advisors impulsan el desarrollo de las startups

Responsable de Redes Sociales y redactora de TodoStartups

Existen figuras muy importantes a la hora de poner en marcha un negocio, como los propios emprendedores que son, al fin y al cabo, los que tienen la idea y saben qué rumbo tienen que llevar. Pero hay otros que son indispensables, sobre todo en un momento en el que hay mucha competencia, donde la incertidumbre reina y hay que adaptarse rápidamente a los cambios del mercado. Se trata de los advisors, esas figuras que, normalmente, suelen situarse en un segundo plano y su influencia puede ser determinante en los momentos clave del desarrollo de una startup. Lejos de limitarse a un rol consultivo superficial, muchos advisors actúan como arquitectos invisibles de decisiones críticas, aportando experiencia, contactos y visión estratégica a equipos fundadores que, con frecuencia, operan bajo una elevada presión y recursos limitados.

La función de un advisor dentro de una startup puede adoptar múltiples formas, pero generalmente se centra en orientar en áreas donde el equipo fundador carece de experiencia o necesita contraste. Esto puede abarcar desde la estrategia de producto, la expansión internacional o la captación de talento, hasta aspectos técnicos, legales o regulatorios. A diferencia de los mentores ocasionales o de los miembros del consejo de administración, los advisors suelen involucrarse de manera más flexible, adaptando su grado de implicación a las necesidades y la evolución de la empresa.

Una de las razones por las que las startups recurren a advisors es la necesidad de reducir la incertidumbre en entornos complejos. Los fundadores se enfrentan a un mercado que puede cambiar de forma repentina, a competidores con más recursos y a decisiones de alto riesgo que deben tomarse en fases tempranas y con datos incompletos. En este contexto, la experiencia acumulada de un advisor, especialmente si ha recorrido antes caminos similares, permite anticipar errores, evitar desvíos innecesarios y optimizar procesos. Esta transferencia de conocimiento, aunque intangible, puede traducirse en ahorros sustanciales de tiempo, dinero y oportunidades perdidas.

El impacto de los advisors también se hace evidente en la construcción de credibilidad ante inversores. Incluir a perfiles reconocidos en el advisory board puede facilitar el acceso a rondas de financiación, especialmente en etapas pre-semilla y semilla, cuando los inversores valoran tanto el potencial del equipo como la calidad de los acompañantes estratégicos. La presencia de un advisor con reputación en el sector o con un historial de éxitos anteriores puede actuar como una señal de validación externa, contribuyendo a generar confianza en el proyecto.

Los advisors no reciben un salario directo, sino que son compensados mediante participación en el capital, generalmente en forma de stock options. La cantidad de equity asignada varía según el perfil del advisor, su grado de implicación y la fase en que se incorpora. Es común encontrar rangos de entre el 0,1 % y el 1 % del capital, aunque estas cifras pueden cambiar según el valor que se asigne al asesoramiento y la madurez de la startup. La relación suele formalizarse mediante un advisor agreement que especifica las funciones, el calendario de adquisición de derechos y las condiciones de salida.

Elegir a los advisors adecuados es uno de los desafíos más importantes. Un error frecuente es incorporar a figuras prestigiosas únicamente por su nombre, sin evaluar su compromiso real o su alineación con los valores de la empresa. La afinidad personal y profesional, la disponibilidad para contribuir activamente y el conocimiento específico del sector son criterios que deben primar sobre la notoriedad pública. En este sentido, los fundadores que seleccionan advisors basándose en necesidades concretas y objetivos definidos tienden a obtener un mayor retorno de esta relación.

Otra cuestión habitual es si todas las startups necesitan un advisory board desde el inicio. La respuesta depende de varios factores. En fases iniciales, cuando el equipo fundador aún está consolidando la propuesta de valor, puede bastar con contar con uno o dos advisors clave con conocimientos muy específicos. A medida que la startup crece y entra en fases de expansión, internacionalización o consolidación operativa, puede resultar útil estructurar un advisory board más formal, con encuentros periódicos y asignación de responsabilidades temáticas.

Además de su contribución estratégica, muchos advisors actúan como facilitadores de relaciones. Su red de contactos puede acelerar la entrada en nuevos mercados, la captación de clientes corporativos o el cierre de alianzas clave. Esta capacidad de conexión —conocida como social capital— es uno de los activos menos visibles pero más valiosos de un buen advisor. En algunos casos, incluso pueden facilitar el acceso a otros advisors, mentores o inversores, generando un efecto multiplicador en el ecosistema de apoyo que rodea a la startup.

También existen diferencias importantes entre advisors de perfil técnico y estratégico. Los primeros suelen centrarse en aspectos como la arquitectura del producto, la escalabilidad del software o la calidad del desarrollo. Su intervención es particularmente útil en startups de base tecnológica o científica. Por otro lado, los advisors estratégicos pueden tener experiencia en la creación de empresas, en procesos de financiación o en la gestión del crecimiento. En muchas ocasiones, ambos perfiles se complementan para ofrecer una perspectiva completa que combine visión a largo plazo y ejecución operativa.

En los últimos años ha aumentado el número de plataformas y programas que conectan a startups con advisors. Algunas aceleradoras y fondos de inversión cuentan con redes de expertos que pueden integrarse como advisors temporales o permanentes, según las necesidades del proyecto. Asimismo, existen iniciativas independientes que permiten a los emprendedores encontrar advisors por especialidad, región o tipo de industria. Esta profesionalización del acceso al consejo experto refleja el reconocimiento creciente del valor que los advisors aportan al proceso emprendedor.

No obstante, también existen riesgos. Un mal encaje entre advisor y equipo fundador puede generar fricciones, expectativas no cumplidas o conflictos de interés. Por eso resulta esencial establecer desde el principio un marco claro de colaboración, con objetivos, tiempos y mecanismos de evaluación definidos. La transparencia en la comunicación, el respeto mutuo y la voluntad de contribuir sin interferir en la autonomía del equipo son elementos clave para que la relación sea fructífera.

El caso de empresas emergentes que han escalado con éxito gracias, en parte, a sus advisors, es cada vez más frecuente. Algunos founders reconocen que decisiones estratégicas determinantes —como un cambio de modelo de negocio, una reorientación del producto o una renegociación con inversores— no habrían sido posibles sin el acompañamiento de un advisor experimentado. Estas historias, aunque menos visibles que las métricas de crecimiento o las rondas millonarias, forman parte del ADN de muchas startups consolidadas.

Los advisors son mucho más que consejeros ocasionales. En un entorno como el de las startups, caracterizado por la incertidumbre, la escasez de recursos y la necesidad constante de aprender y adaptarse, el papel de los advisors se convierte en un soporte estratégico que puede marcar la diferencia entre la supervivencia y el estancamiento, o entre el crecimiento sostenido y el colapso prematuro. Su aportación, aunque intangible en muchos casos, deja huella en las decisiones que configuran el presente y el futuro de las empresas emergentes. Entender su función, saber cuándo y cómo incorporarlos y gestionar adecuadamente la relación es una tarea que exige madurez, visión y un enfoque estratégico por parte de los equipos fundadores.

Responsable de Redes Sociales y redactora de TodoStartups
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