Preguntas y respuestas Startups

¿Vale la pena hacer benchmarking en fases tempranas? La respuesta estratégica para startups

Responsable de Redes Sociales y redactora de TodoStartups

Los primeros momentos de una startup están llenos de incertidumbres, de hipótesis, de métricas, de aspiraciones, de sueños… Los emprendedores se sienten tentados de mirar hacia afuera, de ver lo que están haciendo los negocios de la competencia, de cómo se están comportando en el mercado y aprender de sus fallos, de sus aciertos y de los pasos que están dando para su desarrollo. Sin embargo, el benchmarking en fases tempranas no siempre resulta un ejercicio inocente; se mueve en la delgada línea que separa la inspiración estratégica del riesgo de perder autenticidad. La cuestión ya no es si copiar o no, sino si tiene sentido dedicar esfuerzos a compararse cuando lo que se busca aún no ha encontrado su forma definitiva.

El benchmarking, entendido como el análisis sistemático de competidores y referentes del sector, se ha consolidado en grandes corporaciones como una práctica indispensable para identificar brechas, detectar oportunidades y perfeccionar procesos. Pero en el terreno de las startups, donde la incertidumbre define la dinámica diaria y la velocidad se impone sobre la planificación extensa, el debate adquiere matices distintos. Un proyecto que apenas ha validado su propuesta de valor puede encontrarse atrapado en el espejo de sus referentes si dedica demasiado tiempo a imitar patrones sin entender si responden a su propia lógica.

No obstante, descartar esta práctica de manera absoluta tampoco resulta razonable. De hecho, varios fundadores reconocen que un análisis comparativo en fases iniciales ofrece información clave para posicionar la narrativa de la compañía y para anticipar posibles reacciones del mercado. Comprender cómo resuelven otros actores los mismos problemas puede convertirse en un catalizador de creatividad. Un emprendedor que investiga el modelo de monetización de plataformas ya consolidadas obtiene pistas sobre las expectativas de los clientes, incluso si la propia startup todavía no ha decidido qué estrategia seguirá para capturar valor.

El gran interrogante radica en el momento y en la intensidad. Practicar benchmarking demasiado pronto puede distraer de lo esencial: construir un producto mínimo viable que valide el problema y la solución. Cuando los equipos dedican excesivos recursos a analizar métricas externas, existe el riesgo de perder foco en los aprendizajes internos que surgen del contacto con los primeros usuarios. Sin embargo, esperar demasiado puede implicar llegar tarde a dinámicas de mercado que otros ya han entendido. La respuesta, como suele suceder en las estrategias de emprendimiento, no se encuentra en los extremos, sino en un equilibrio consciente.

Un aspecto frecuentemente señalado es el riesgo de homogeneización. Las startups que basan su identidad en reflejar a los líderes de su sector tienden a reproducir las mismas fórmulas de diseño, comunicación o pricing, con lo cual diluyen la posibilidad de diferenciarse. En sectores altamente competitivos, esa uniformidad termina convirtiéndose en una trampa: si todos ofrecen la misma experiencia, la ventaja se reduce al capital disponible, y en ese terreno los actores emergentes difícilmente superan a los consolidados. La originalidad, paradójicamente, se defiende también a través de un benchmarking bien entendido: aquel que no busca copiar, sino identificar los vacíos que otros no han llenado.

La utilidad de esta práctica en fases tempranas, por tanto, depende de la pregunta que guía la observación. Si el objetivo es descubrir qué funcionalidades generan más tracción, qué canales de adquisición son más eficientes o qué narrativas despiertan confianza en los inversores, entonces el benchmarking se convierte en una brújula que orienta decisiones sin necesidad de replicarlas de manera automática. En cambio, si se utiliza únicamente como referencia estética o como excusa para justificar un modelo que no responde a las necesidades detectadas en el propio mercado, su valor se desvanece.

Conviene subrayar que el benchmarking temprano no debe confundirse con el análisis de la competencia estrictamente. Mientras este último se centra en vigilar movimientos inmediatos de rivales directos, el primero tiene un alcance más amplio, abarcando referentes de otros sectores, prácticas internacionales e incluso compañías que no comparten modelo de negocio, pero que ofrecen aprendizajes extrapolables. Esa mirada transversal suele ser más fértil para startups en construcción, porque abre un espectro de ideas que difícilmente surgirían del microcosmos de los competidores cercanos.

Algunos inversores reconocen que, durante las primeras rondas, valoran positivamente cuando los fundadores demuestran haber observado el ecosistema más allá de sus fronteras. No se trata de presentar un espejo de la competencia, sino de mostrar sensibilidad hacia las dinámicas globales que pueden afectar al desarrollo futuro. Una startup de movilidad urbana que, en fase temprana, analiza cómo operan plataformas de logística en mercados asiáticos no solo demuestra visión estratégica, sino también capacidad para anticipar escenarios regulatorios o tendencias de adopción tecnológica que podrían impactar en su expansión.

El factor tiempo resulta decisivo. En un momento en el que la iteración rápida define el éxito, dedicar semanas enteras a informes comparativos puede ser un lujo difícil de justificar. Los expertos suelen recomendar procesos de benchmarking ágiles, con objetivos muy concretos y con actualizaciones periódicas, en lugar de estudios extensos que corran el riesgo de quedar obsoletos en cuestión de meses. La información más valiosa no siempre surge de bases de datos o consultoras, sino del contacto directo con usuarios de productos similares, de entrevistas a clientes de la competencia o del análisis en tiempo real de comportamientos digitales.

Los estudios más recientes sugieren que la clave del éxito reside en la combinación entre el benchmarking y la originalidad. Quienes logran integrar insights externos con aprendizajes propios desarrollan soluciones más robustas y resilientes. La creatividad no se anula por observar al otro; se potencia cuando esa observación se filtra con criterio y se somete a la validación empírica de la startup.

El dilema ético también se cuela en la conversación. Algunas prácticas de benchmarking han rozado la línea de lo cuestionable, como la copia literal de interfaces o la réplica de campañas de marketing diseñadas por compañías consolidadas. En la cultura emprendedora actual, donde la reputación digital se construye con rapidez, estas acciones pueden derivar en críticas públicas que afecten a la percepción de marca. Por ello, la frontera entre inspirarse y plagiar resulta cada vez más relevante en la estrategia de comunicación de las startups emergentes.

En el ecosistema latinoamericano y europeo, se han observado tendencias distintas en la forma de practicar benchmarking. Mientras en algunos países se privilegia el estudio de referentes locales debido a las particularidades regulatorias y culturales, en otros la mirada global se impone como requisito. Lo que une a ambos enfoques es la búsqueda de aprendizajes accionables que no frenen la experimentación propia. En este sentido, el benchmarking temprano funciona mejor cuando se integra como complemento de metodologías ágiles, y no como un fin en sí mismo.

El desafío, entonces, es doble: aprovechar la información externa sin que sustituya la voz del usuario, y mantener la velocidad de ejecución sin sacrificar profundidad en el análisis. Quienes logran ese balance convierten el benchmarking en una herramienta de visión estratégica, no en una receta preestablecida. La pregunta sobre si vale la pena hacerlo en fases tempranas encuentra así una respuesta matizada: sí, pero solo si se entiende como un ejercicio de contraste y no como un molde.

El benchmarking en startups nacientes no es un veredicto binario, sino una práctica que, aplicada con moderación y propósito, puede ofrecer claridad en un entorno dominado por la incertidumbre. La verdadera utilidad surge cuando ilumina oportunidades invisibles, desafía suposiciones internas y recuerda que la innovación no avanza en aislamiento. En el delicado arte de emprender, mirar hacia afuera puede ser tan necesario como escuchar al mercado propio, siempre que el reflejo no eclipse la esencia que convierte a una idea en una empresa con identidad propia.

Responsable de Redes Sociales y redactora de TodoStartups
Más Leídos
Continua Leyendo...
Contenidos Patrocinados
ADS
Promocionados