Reportaje Startups

Registrar una marca en múltiples países: retos legales y estrategias efectivas para startups en expansión

Responsable de Redes Sociales y redactora de TodoStartups

Para una startup, lo más valioso que tiene es su marca. Con ella ha conquistado mercados, ha conseguido clientes, ha logrado una reputación que le está facilitando el desarrollo de su negocio. Es su signo distintivo, lo que los futuros clientes buscan, de lo que todo el mundo habla cuando se está recomendando su producto o servicio. Y esa marca hay que cuidarla, hay que saber protegerla por encima de todo, sobre todo en estos momentos en los que las startups pueden traspasar fronteras de un momento a otro, especialmente cuando el producto que se está vendiendo comienza a tener valor más allá de la zona en la que se ha producido. Para la protección de este bien tan valioso, hay que saber registrar la marca adecuadamente no solo en el país de origen, sino en otros países. Sin embargo, el registro internacional de una marca presenta una complejidad técnica y operativa que requiere conocimiento especializado, planificación anticipada y alineación con los objetivos de expansión comercial.

El primer obstáculo que enfrentan muchas startups es la fragmentación del sistema internacional de protección marcaria. No existe un único registro válido para todos los países, sino que cada jurisdicción tiene sus propias reglas, procedimientos y criterios de evaluación. Aunque existen mecanismos multilaterales como el Sistema de Madrid, administrado por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), su eficacia depende de la participación de los países donde se busca protección y de las particularidades legales de cada territorio. Por ejemplo, registrar una marca en Europa mediante la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (EUIPO) ofrece protección en los 27 Estados miembros, pero no incluye países relevantes como Estados Unidos, China o Canadá. Por tanto, una estrategia de internacionalización de marca debe contemplar tanto vías regionales como registros nacionales individuales cuando sea necesario.

Una de las decisiones más críticas al iniciar este proceso es elegir en qué países conviene registrar la marca. Este análisis debe ir más allá de la proyección de ventas o el interés comercial inmediato. En muchos casos, la marca puede verse comprometida en mercados donde aún no se opera, pero donde existen distribuidores, fabricantes, licenciatarios o socios estratégicos. Además, algunos países aplican el principio de “first to file”, es decir, otorgan derechos al primero que registra la marca, sin importar quién la usó antes. Esta regla, común en países como China, ha llevado a startups tecnológicas a perder control sobre su identidad de marca por no anticipar el registro local antes de su entrada comercial. Las implicaciones van desde litigios costosos hasta la imposibilidad de usar el nombre original, con el consiguiente impacto reputacional y de marketing.

En términos operativos, el proceso de registro varía significativamente entre jurisdicciones. Algunos sistemas exigen demostrar el uso efectivo de la marca, mientras que otros permiten el registro con carácter meramente declarativo. La duración del trámite también fluctúa: puede tardar entre seis meses y dos años, dependiendo del país, la carga administrativa o las oposiciones de terceros. Esta variabilidad obliga a diseñar un cronograma realista y escalonado, que combine registros clave inmediatos con reservas estratégicas en mercados secundarios. La intervención de agentes locales especializados en propiedad industrial suele ser determinante para superar barreras idiomáticas, culturales o documentales y garantizar que la solicitud cumpla con los requisitos formales y sustantivos.

Otro aspecto esencial en la expansión marcaria es la evaluación de la viabilidad jurídica de la marca en cada país. La disponibilidad del nombre no se limita a la inexistencia de registros previos idénticos, sino que se extiende a semejanzas gráficas o fonéticas que puedan inducir a confusión con marcas anteriores. Este análisis, que debe realizarse antes de presentar la solicitud, incluye una búsqueda exhaustiva en las bases de datos de propiedad industrial y una interpretación legal del grado de distintividad. Además, existen términos o símbolos que están prohibidos en determinadas jurisdicciones, ya sea por considerarse genéricos, descriptivos, ofensivos o contrarios al orden público. Una marca válida en origen puede ser rechazada en otro país por razones puramente lingüísticas, religiosas o administrativas.

La estrategia de registro también debe estar alineada con las perspectivas de crecimiento y con la arquitectura general de la marca. En el caso de startups con modelos de negocio escalables, como marketplaces, aplicaciones móviles o plataformas SaaS, conviene proteger tanto el nombre principal como los subproductos, extensiones de línea, logotipos y eslóganes. Asimismo, conviene asegurar la protección en las clases del Nomenclátor Internacional que correspondan al giro actual y al potencial de diversificación futura. Un registro limitado a una sola clase puede dejar expuesta a la empresa frente a terceros que exploten un nombre similar en sectores adyacentes, dificultando licencias, acuerdos comerciales o ampliación del catálogo.

La dimensión digital agrega una capa adicional de complejidad. Aunque el registro de una marca no otorga automáticamente derechos sobre dominios web o perfiles en redes sociales, sí constituye un fundamento sólido para accionar en casos de ciberocupación o uso indebido. En mercados como Estados Unidos o Brasil, los conflictos entre marcas y dominios han sido objeto de disputas significativas que han terminado en pérdidas reputacionales y demandas. Por ello, es recomendable coordinar el registro marcario con la adquisición temprana de dominios, tanto geográficos como genéricos, y establecer sistemas de vigilancia para detectar usos no autorizados o intentos de copia. Herramientas de monitorización, alertas automatizadas y contratos con cláusulas de protección de marca son elementos fundamentales para mantener el control reputacional en el entorno digital.

La protección internacional de marca también tiene implicaciones financieras relevantes. El coste de registrar una marca en varios países puede escalar rápidamente, especialmente cuando se contratan agentes locales o se requiere traducción jurada de documentos. A esto se suman las tasas gubernamentales, que varían de forma considerable según el país, y los posibles gastos legales en caso de oposición o denegación. Por ello, muchas startups optan por estrategias escalonadas, priorizando los países clave en función de criterios como el tamaño del mercado, el riesgo de copia, la presencia de socios locales o la facilidad de registro. En fases más avanzadas, algunas empresas consolidan la protección mediante tratados internacionales como el Protocolo de Madrid, que permite designar nuevos países sobre una base ya registrada, optimizando tiempos y costes.

Desde una perspectiva de gobernanza corporativa, disponer de una marca registrada en múltiples jurisdicciones también tiene implicaciones en términos de valoración de la empresa y preparación para rondas de inversión. Los inversores suelen revisar el estado de la propiedad intelectual como parte del proceso de due diligence y valoran positivamente una estrategia clara y efectiva de protección de marca. La ausencia de registros, la existencia de litigios pendientes o la falta de control sobre activos clave puede ser interpretada como un riesgo material que afecte la valoración o incluso condicione la decisión de inversión. Por este motivo, contar con una cartera de marcas sólida y bien estructurada se convierte en un argumento de peso al momento de escalar o vender la startup.

En paralelo, resulta clave establecer políticas internas que aseguren la correcta gestión y uso de la marca en el día a día. Esto incluye contratos que aclaren los derechos de uso con empleados, proveedores, distribuidores o partners tecnológicos, así como la incorporación de cláusulas específicas en acuerdos internacionales. También se recomienda mantener actualizados los registros ante cambios en el nombre comercial, rediseños de logotipo o reestructuraciones empresariales. La vigencia de una marca depende de su renovación periódica, que puede ser de 10 años o más según la legislación local, lo que exige una supervisión constante y una agenda de mantenimiento activa.

Registrar una marca en múltiples países implica una serie de decisiones jurídicas, estratégicas y financieras que exceden el simple acto administrativo. Se trata de una operación de blindaje reputacional, de consolidación comercial y de preparación para escenarios de crecimiento global. Las startups que integran esta dimensión desde sus primeras etapas, más allá del mercado local, están mejor posicionadas para competir, atraer inversión y construir una identidad sólida y coherente en el tiempo. En un contexto donde las ideas viajan más rápido que los modelos de negocio, la marca continúa siendo la frontera que protege, diferencia y proyecta a largo plazo.

Responsable de Redes Sociales y redactora de TodoStartups
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