Llega un momento en la vida de una startup en la que necesita crecer, necesita expandirse más allá de las fronteras que, hasta entonces, está alcanzando. Y entonces llega el momento de la expansión internacional, que se traduce en un momento de incertidumbre debido a las complejidades jurídicas, económicas y administrativas que ofrece. Y es que las implicaciones fiscales de operar en múltiples jurisdicciones no solo afectan al cumplimiento legal, sino que inciden directamente en la estrategia financiera, la estructura societaria y la viabilidad económica del negocio internacionalizado.
Uno de los primeros aspectos que enfrentan las startups al internacionalizarse es la determinación de la residencia fiscal de la empresa o de sus filiales. En muchos casos, la apertura de una nueva sede o sucursal en otro país puede implicar la creación de un establecimiento permanente, lo que genera obligaciones fiscales en esa jurisdicción. La delimitación de cuándo existe un establecimiento permanente varía según la legislación local y los tratados internacionales, pero generalmente se produce cuando existe una presencia física significativa o una actividad operativa continua. Este concepto es especialmente relevante porque establece el punto de partida para la imposición del impuesto de sociedades en el país de destino, lo que obliga a la empresa a tributar parte de sus beneficios fuera de su territorio original.
La cuestión de la doble imposición fiscal emerge como una de las más críticas en este escenario. Cuando una empresa obtiene beneficios en más de un país, puede estar sujeta a tributar esos ingresos tanto en la jurisdicción de origen como en la del país en el que opera internacionalmente. Para mitigar este problema, existen convenios de doble imposición entre muchos países que buscan evitar que una misma renta sea gravada dos veces. Estos acuerdos, sin embargo, presentan una estructura técnica compleja y requieren un conocimiento detallado para su aplicación efectiva. Las startups deben interpretar correctamente qué ingresos están cubiertos, qué deducciones son posibles y cómo se deben coordinar las declaraciones fiscales en ambas jurisdicciones. La inadecuada aplicación de estos convenios puede dar lugar a pagos fiscales duplicados o, en su defecto, a sanciones por parte de alguna autoridad tributaria.
Además de los impuestos sobre beneficios, las startups deben considerar otros tributos que pueden impactar significativamente su operativa internacional. Uno de ellos es el impuesto sobre el valor añadido (IVA) o su equivalente en cada país. La venta de productos o servicios digitales, por ejemplo, está sujeta a normativas específicas en la Unión Europea y otros mercados desarrollados. Desde la reforma del IVA comunitario en los servicios electrónicos, las empresas que venden a consumidores finales dentro del territorio europeo deben aplicar el IVA del país del consumidor, lo que obliga a registrarse en múltiples jurisdicciones o a utilizar sistemas centralizados como el OSS (One-Stop Shop). Esta carga administrativa puede suponer una barrera considerable para startups con recursos limitados, ya que deben implementar sistemas contables capaces de gestionar múltiples tipos impositivos, facturación adaptada y reportes diferenciados según el país.
Otro elemento crucial en la expansión internacional es la retención en origen sobre ciertos pagos transfronterizos, como intereses, dividendos o royalties. Muchos países exigen que, cuando una empresa local paga una cantidad a una entidad extranjera, practique una retención fiscal en origen. Estas retenciones pueden alcanzar porcentajes elevados si no se aplican correctamente las exenciones o reducciones previstas en los tratados de doble imposición. Para una startup tecnológica que opera bajo un modelo de licencias, esta cuestión puede afectar gravemente a su flujo de caja si no se negocian adecuadamente las cláusulas contractuales ni se presentan los certificados de residencia fiscal correspondientes a tiempo.
La planificación fiscal internacional se convierte, por tanto, en una herramienta estratégica indispensable. No se trata únicamente de minimizar la carga tributaria, sino de estructurar adecuadamente la presencia global de la empresa para cumplir con todas las normativas, evitar sanciones y optimizar el uso de recursos financieros. Entre las decisiones clave se encuentran la elección de la jurisdicción en la que ubicar una holding, la forma jurídica más adecuada para cada país (filial, sucursal, joint venture, etc.), la política de precios de transferencia entre empresas vinculadas y la repatriación de beneficios. Todas estas variables deben integrarse en una visión de conjunto que combine el cumplimiento legal con la eficiencia operativa.
La política de precios de transferencia merece un apartado especial, ya que representa uno de los focos principales de fiscalización en las empresas multinacionales, incluidas las startups en fase de crecimiento acelerado. Las operaciones entre entidades del mismo grupo deben realizarse a valores de mercado, es decir, en condiciones equivalentes a las que se darían entre partes independientes. Para justificar esta práctica, las empresas están obligadas a elaborar una documentación exhaustiva que respalde los criterios utilizados, los métodos de valoración y los análisis comparables. Un error en este ámbito puede traducirse en ajustes fiscales, multas significativas y deterioro de la reputación ante los inversores y socios internacionales.
La transparencia fiscal internacional ha adquirido una relevancia creciente en los últimos años. Iniciativas como el BEPS (Base Erosion and Profit Shifting) lideradas por la OCDE han obligado a los países a introducir medidas más estrictas contra la elusión fiscal, incrementando las exigencias de información y cooperación entre administraciones. La implementación del intercambio automático de información fiscal, a través del estándar CRS (Common Reporting Standard), implica que muchas operaciones realizadas por una empresa en el extranjero son reportadas automáticamente a su país de residencia fiscal. Esta dinámica obliga a las startups a adoptar una cultura de cumplimiento mucho más proactiva y detallada, incluso en etapas tempranas de su expansión.
En este contexto, contar con asesoramiento especializado no es una opción, sino una necesidad. Las implicaciones fiscales de la expansión internacional son tan amplias y variables que requieren un enfoque multidisciplinar, que integre conocimientos en derecho tributario internacional, contabilidad financiera, normativa aduanera y estructura societaria. Las startups que logran anticiparse a estos retos y planificar con antelación sus movimientos tienen una ventaja competitiva significativa frente a aquellas que reaccionan una vez que surgen los problemas. Este acompañamiento debe ser constante, especialmente ante los cambios legislativos frecuentes que se producen en muchas jurisdicciones, incluyendo reformas fiscales, modificaciones en los tratados bilaterales y nuevas exigencias de cumplimiento.
Finalmente, las implicaciones fiscales también impactan en la relación de la startup con sus inversores. La elección de jurisdicciones con regímenes fiscales agresivos o considerados como paraísos fiscales puede generar reticencias entre fondos de inversión o grupos institucionales que buscan transparencia y estabilidad. Asimismo, los informes financieros auditados, la consistencia de las declaraciones fiscales y la ausencia de contingencias tributarias se valoran de forma creciente en procesos de due diligence, especialmente en rondas de financiación avanzadas o procesos de adquisición.
La expansión internacional, lejos de ser un simple movimiento comercial, constituye una transformación estructural de la empresa, con ramificaciones profundas en todos sus ámbitos de gestión. La dimensión fiscal, a menudo subestimada en las primeras fases, representa un terreno especialmente delicado que puede determinar el éxito o el fracaso del proceso. Las startups que aspiran a consolidarse como actores globales deben asumir desde el inicio que el cumplimiento tributario en múltiples países es una variable estratégica más, y que navegar con solvencia este laberinto fiscal es tan importante como desarrollar un producto escalable o captar nuevos clientes. En un entorno global cada vez más regulado, el crecimiento sostenible pasa por conocer y respetar las reglas del juego allí donde se pretende competir.