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Si hay algo que echa para atrás a un emprendedor es la inseguridad. La sensación de no saber cual es el siguiente paso, la carencia de conocimientos, el hecho de tener que aprender cada cosa antes de hacerla. Esta es posiblemente la auto-excusa que se ponen muchos jóvenes para no emprender, y en parte no les podemos culparles por ello.
Un joven emprendedor en España no solo lucha contra la adversidad típica de su campo, también lucha contra toda una cultura establecida en contra de su condición de emprendedor. ¿Quién está dispuesto a decirle a sus familiares y amigos que lo deja todo para emprender? Pocos, y mucho menos cuando aun tienen que vivir mantenidos.
Ahora imaginemos que esa persona, que como he dicho antes se sentía insegura con sus conocimientos, decide apoyarse en otras personas para que solucionen sus lagunas (precisamente lo que siempre se recomienda hacer). Ahora tendrá que luchar para que sus nuevos compañeros de ruta también peleen con la cultura establecida y sus seres queridos para llevar adelante el proyecto. No es desde luego un escenario deseable.
Desde luego al final el que quiere lo consigue, y los valientes emprenden, fallan y se levantan de nuevo. Sin embargo cualquiera se da cuenta del daño que está haciendo a la economía de este país el hecho de que se valore más un título (que en el mercado laboral no vale nada a día de hoy) que un espíritu y voluntad para crear de donde no había nada.
Lanzo una propuesta al aire. ¿Y si inventamos las escuelas de emprendedores, quizás como un título público de FP o posgrado oficial? En un país que sufre de titulitis desde hace muchos años podría ser un mal necesario para saltar la barrera cultural que evita que el gran público se lance al toro.
