Noticia Ciberseguridad

La ciberseguridad se convierte en el mayor desafío para las pymes españolas ante el aumento del coste de los ataques un 25%

Por Redacción - Dic 16, 2025

El pulso incesante del mundo digital ha transformado la arquitectura del negocio español, donde las pequeñas y medianas empresas, que componen más del 99% del tejido productivo, han afianzado su dependencia de los sistemas conectados. Sin embargo, esta digitalización creciente ha abierto simultáneamente una brecha de vulnerabilidad que el cibercrimen explota con creciente eficacia y, lo que es más preocupante, con un impacto económico cada vez mayor. Ante el auge sostenido de la ciberdelincuencia en el último lustro, el coste de recuperarse de un ciberataque ha experimentado un aumento que supera el 25% para las pymes en España. Esta escalada de gastos no es casual; responde a una confluencia de factores que elevan la complejidad técnica de las agresiones, la interrupción crítica del negocio y la presión de un marco regulatorio más estricto.

El fraude digital como motor principal de la escalada delictiva

El corazón de los incidentes de ciberseguridad en el país late al ritmo del fraude digital. Según el último Informe de Cibercriminalidad del Ministerio del Interior, un abrumador 89% de los ciberdelitos registrados en España se engloban dentro de la categoría de fraudes informáticos, y una porción significativa de estos está dirigida al músculo empresarial. En el año 2024, la cifra total de incidentes gestionados por el INCIBE alcanzó los 97.348, lo que supuso un incremento del 16,6% respecto al año anterior, con más de 31.500 afectaciones directas a empresas, en las que miles de pymes españolas se vieron implicadas. Esta realidad subraya la frecuencia con la que estas organizaciones son blanco de ataques y, al mismo tiempo, pone de manifiesto la creciente dificultad y el mayor dispendio para restablecer la normalidad operativa. Francisco Valencia, director general de Secure&IT, una compañía española de TI referente en el ámbito de la ciberseguridad, apunta a que esta aceleración en el impacto económico se debe precisamente a la mayor sofisticación de las agresiones, a la dependencia digital esencial para la continuidad del negocio y a las exigencias regulatorias que se ciernen sobre cualquier entidad, sin importar su tamaño.

La complejidad de los ataques y la interrupción del negocio

La sofisticación de los ataques ha alcanzado un nuevo nivel, combinando tácticas como la ingeniería social, el secuestro de equipos mediante ransomware, el robo de credenciales y la exfiltración de datos sensibles. Esta combinación letal tiene un impacto real y elevado, especialmente en aquellas empresas que dependen de sistemas críticos para su actividad cotidiana. Valencia enfatiza cómo la conjunción de una mayor sofisticación con una presión regulatoria más intensa está provocando que estos ataques sean más eficaces, disruptivos y, por ende, considerablemente más costosos para las organizaciones. Para una pyme española, más informatizada que nunca, la vulnerabilidad se traduce en escenarios críticos: una interrupción del sistema de planificación de recursos empresariales (ERP), un fraude por suplantación de identidad, o la caída de un servicio clave pueden significar días sin facturar, un daño reputacional que se traduce en pérdida de clientes y la amenaza de posibles sanciones. La capacidad defensiva de la pequeña y mediana empresa, a menudo limitada, se confronta con una amenaza que exige un trabajo técnico, legal y organizativo mucho más profundo para la recuperación que el requerido hace apenas un lustro, con estudios internacionales que muestran un incremento medio del coste de un incidente por encima del 25% a nivel global desde 2020.

El freno regulatorio y la fragilidad defensiva de la pyme

El alza en el coste de un ciberataque está intrínsecamente ligado a la aparición de nuevas obligaciones regulatorias. Normativas como NIS2, DORA, ENS o CRA han establecido un marco más exigente que fuerza a las empresas a notificar incidentes, demostrar la debida diligencia en la protección de sus sistemas y mantener medidas de seguridad robustas y adecuadas. No obstante, esta exigencia choca de frente con una realidad palpable: una parte significativa de las pymes europeas, y por extensión las españolas, carece de un plan formal de respuesta ante incidentes. La fragilidad defensiva se manifiesta en la dependencia de una única copia de seguridad o la falta de visibilidad sobre los accesos y dispositivos conectados a la red corporativa. La omisión de prácticas fundamentales como la autenticación robusta, la monitorización continua o las revisiones periódicas de proveedores sigue siendo una debilidad capital. En este contexto, el cibercrimen ve en la pyme un objetivo prioritario, no por su volumen de negocio, sino por su exposición y, en muchos casos, por su limitada infraestructura de seguridad. Por ello, el coste asociado a un ataque seguirá su trayectoria ascendente mientras las necesidades de negocio sigan creciendo a un ritmo superior al de la adopción de medidas preventivas eficaces y bien estructuradas.

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