Reportaje Startups

Cultura, valores y propósito: el onboarding como primer contacto real del empleado con la empresa

Responsable de Redes Sociales y redactora de TodoStartups

Cuando llega un nuevo empleado a una empresa, hay un periodo de adaptación, de enseñanza, de aprendizaje, de colaboración con todos los compañeros y con los jefes. Es lo que se llama onboarding, pero existen dos tipos: el cultural y el técnico, que se destina más a los procesos operativos, las herramientas y las estructuras jerárquicas. Pero el primero también es importante, ya que el onboarding cultural se centra en transmitir los valores, normas no escritas, hábitos, estilos de liderazgo y propósito de una organización. Representa el primer contacto profundo y significativo entre el nuevo miembro y la cultura empresarial que deberá habitar y nutrir.

El término no es nuevo, pero su relevancia ha ganado visibilidad en los últimos años a raíz de los cambios generacionales en el mercado laboral, el auge del trabajo híbrido y la creciente importancia de la cultura como factor de atracción y retención del talento. En un escenario marcado por la rapidez del crecimiento en las startups, donde el número de empleados puede duplicarse en cuestión de meses, el riesgo de desalineación cultural se multiplica. Por ello, el onboarding cultural actúa como un mecanismo de integración emocional e ideológica, que facilita la adaptación de los nuevos fichajes y previene la desconexión entre equipos diversos.

La evidencia empírica respalda esta tendencia. Estudios de Gallup y Deloitte muestran que los primeros 45 días en una nueva empresa son decisivos para la fidelización del empleado. Cada vez más compañías señalan que el componente cultural es el que marca la diferencia entre una integración superficial y una conexión duradera. No se trata únicamente de explicar la misión, visión y valores, sino de vivirlos desde el primer día.

El onboarding cultural permite traducir intangibles como la autenticidad, la coherencia o la confianza en experiencias concretas para el nuevo empleado. Cuando una startup que se define como horizontal e innovadora organiza el primer día del nuevo talento como una sucesión de jerarquías rígidas y procedimientos impersonales, el desajuste entre lo que se dice y lo que se hace genera fricción. En cambio, cuando las acciones de bienvenida reflejan los principios que se promueven en la narrativa institucional, se refuerza la legitimidad de la cultura y se activa el compromiso genuino. Este alineamiento es especialmente crucial en entornos en los que el propósito empresarial —ya sea la sostenibilidad, la inclusión o la disrupción tecnológica— constituye una parte central de la propuesta de valor al empleado.

Uno de los errores más comunes en las startups jóvenes es asumir que la cultura se absorbe por ósmosis, como si bastara con convivir con el equipo para entender las dinámicas informales, el estilo de comunicación o las expectativas implícitas. Esta creencia subestima la complejidad de los códigos culturales y puede derivar en malentendidos, falta de iniciativa o incluso en renuncias prematuras. Una buena estrategia de onboarding cultural reconoce que la cultura organizacional no es un decorado, sino un sistema vivo que necesita ser narrado, representado y compartido activamente. De ahí que muchas compañías emergentes estén profesionalizando esta etapa, asignando recursos específicos y diseñando experiencias personalizadas para cada nuevo perfil.

En este sentido, el onboarding cultural debe ser concebido como un proceso y no como un evento aislado. Comienza antes del primer día, cuando el nuevo integrante empieza a construir su imaginario sobre la empresa a partir de la entrevista, las interacciones previas o el contenido que consulta en redes sociales. Continúa con las primeras semanas, donde se consolidan las impresiones iniciales, se observa el comportamiento de líderes y compañeros, y se evalúa en qué medida el entorno está alineado con las expectativas creadas. Y se prolonga en el tiempo mediante dinámicas de socialización, rituales compartidos, espacios de escucha y mecanismos de retroalimentación continua. Cuanto más sostenido sea el proceso, mayor será la interiorización de la cultura y menor la probabilidad de fuga temprana.

La personalización es otro factor crítico. No todos los perfiles valoran lo mismo ni llegan a la empresa por las mismas razones. Un desarrollador senior puede prestar más atención a la autonomía técnica y la colaboración transversal, mientras que un perfil de ventas buscará reconocimiento, métricas claras y orientación hacia el cliente. Por ello, muchas startups han empezado a segmentar sus itinerarios de onboarding, ofreciendo combinaciones de sesiones grupales e individuales, mentorías cruzadas, kits culturales digitales y dinámicas inmersivas que reflejan la identidad de la organización. El objetivo no es estandarizar la experiencia, sino asegurar que cada persona entienda su lugar dentro del todo.

El rol del liderazgo en este proceso es fundamental. Aunque el área de personas suele ser la encargada de diseñar e implementar el onboarding, los líderes de equipo y los fundadores transmiten la cultura de manera directa, consciente o no. Su actitud, lenguaje, disponibilidad y coherencia influyen poderosamente en la forma en que el nuevo empleado percibe el ambiente. Las startups con mayor madurez cultural promueven que los líderes participen activamente en la bienvenida, compartan historias reales que ejemplifican los valores y modelen los comportamientos deseados. Esta humanización del proceso facilita la construcción de vínculos de confianza y la reducción del estrés asociado a la incorporación.

Las organizaciones que invierten en onboarding cultural suelen también promover prácticas de escucha temprana, como encuestas de clima a los 30, 60 y 90 días, entrevistas de check-in o sesiones de feedback con los nuevos talentos. Estas instancias no solo permiten detectar posibles desajustes y puntos ciegos, sino que ofrecen a la empresa información valiosa sobre cómo está siendo percibida su cultura desde dentro. Además, generan una señal clara de que la voz del empleado importa, incluso desde el primer día, lo que refuerza la percepción de pertenencia.

En términos de impacto, el onboarding cultural se asocia con múltiples beneficios estratégicos. Mejora la cohesión del equipo, acelera la curva de aprendizaje, reduce el riesgo de conflictos y fortalece la reputación interna y externa de la empresa. En el caso de las startups en fases de escalado, permite integrar nuevos talentos sin perder la esencia fundacional, uno de los desafíos más frecuentes cuando se multiplica el tamaño del equipo. Asimismo, facilita la integración intercultural en contextos internacionales, donde los equipos distribuidos deben encontrar un lenguaje común para colaborar de forma efectiva.

El auge de los modelos híbridos y remotos ha añadido nuevas complejidades al onboarding cultural. Sin la posibilidad de compartir un espacio físico, muchas dinámicas informales que transmitían cultura —desde el café compartido hasta las reuniones espontáneas— han desaparecido o se han transformado. Por eso, las empresas están experimentando con nuevas formas de conectar emocionalmente desde la distancia, como las sesiones de bienvenida virtuales, los canales internos para compartir historias personales, las celebraciones digitales de hitos y la creación de rituales adaptados al entorno online. Aunque el formato cambia, la necesidad de generar sentido, comunidad y propósito sigue siendo la misma.

El onboarding cultural representa mucho más que un conjunto de buenas prácticas para recibir a una persona en una organización. Es una declaración de intenciones, una oportunidad estratégica para consolidar una cultura coherente y un factor diferencial en la competencia por el talento. Las startups y empresas que comprendan su valor y lo integren como parte esencial de su estrategia de crecimiento no solo mejorarán su capacidad de atraer perfiles afines, sino que construirán equipos más resilientes, motivados y comprometidos con el propósito colectivo. En un mercado laboral cada vez más dinámico y exigente, la cultura ya no es un complemento: es el núcleo desde el que todo lo demás se proyecta. Y el onboarding cultural es la puerta de entrada a ese núcleo.

Responsable de Redes Sociales y redactora de TodoStartups
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