Reportaje Financiación

SAFE: la fórmula que revoluciona la financiación inicial de startups tecnológicas

Responsable de Redes Sociales y redactora de TodoStartups

Los emprendedores siempre andan buscando cosas innovadoras que llevar a su terreno, a su empresa o startup para poder ayudarla a avanzar en su camino emprendedor. El SAFE (Simple Agreement for Future Equity), creado por la aceleradora Y Combinator en 2013, ha ganado un protagonismo creciente como alternativa a los mecanismos tradicionales de inversión en equity. Este instrumento se ha consolidado como una herramienta clave para startups que buscan capital inicial sin enfrentarse de forma inmediata a complejas negociaciones de valoración ni a procesos costosos de emisión de acciones.

A diferencia de las rondas de inversión convencionales que implican establecer una valoración precisa de la compañía y emitir acciones en consecuencia, el SAFE permite a las startups recibir dinero de inversores a cambio de una promesa de futura conversión en participaciones sociales o acciones. Esta conversión no ocurre en el momento del acuerdo, sino que se ejecuta automáticamente cuando se produce una ronda de financiación cualificada en el futuro. Así, el inversor no se convierte en socio de forma inmediata, pero queda protegido ante eventuales diluciones y mantiene el derecho a participar en la futura estructura accionarial en condiciones preferentes.

El atractivo principal del SAFE radica en su simplicidad estructural y jurídica. A diferencia de las notas convertibles, no implica deuda, no tiene vencimiento ni genera intereses. Esta ausencia de obligaciones financieras permite a las startups operar con mayor libertad durante su fase inicial, sin la presión de reembolsar capital ni negociar términos complejos con inversores institucionales. El SAFE se limita a formalizar la entrada de capital a través de un acuerdo que estipula las condiciones de conversión futura, habitualmente vinculadas a una ronda de inversión posterior que cumpla ciertos umbrales mínimos.

Dentro de los términos que suelen incluirse en un SAFE destacan dos elementos clave: el valuation cap y el discount. El primero establece un tope máximo de valoración para la conversión futura, protegiendo al inversor si la valoración de la startup se dispara antes de la siguiente ronda. El segundo introduce un descuento sobre la valoración de esa ronda futura, permitiendo que el inversor adquiera acciones a un precio más bajo que los nuevos participantes. Ambos mecanismos se diseñan para compensar el riesgo asumido por quienes invierten en etapas tempranas, cuando la incertidumbre sobre el modelo de negocio, el producto y la tracción es todavía elevada.

La ausencia de intereses y la eliminación de la deuda son elementos diferenciales que convierten al SAFE en un instrumento favorable tanto para emprendedores como para inversores que comprenden el riesgo de las etapas iniciales. En lugar de complicar la relación jurídica con derechos de cobro, intereses o mecanismos de ejecución, el SAFE se basa en una lógica colaborativa que confía en el crecimiento futuro de la compañía como fuente de retorno para los inversores. Esta filosofía ha sido bien acogida en Silicon Valley y se ha extendido a otros ecosistemas emprendedores en todo el mundo, especialmente en contextos donde la financiación seed y pre-seed es cada vez más dinámica.

En el caso de que una startup nunca llegue a levantar una ronda futura que active la conversión, el inversor no recibe equity y el capital permanece en una especie de limbo contractual. Para mitigar este riesgo, algunas versiones del SAFE incluyen cláusulas de conversión obligatoria en eventos de liquidez, como adquisiciones, o incluso en determinadas condiciones de valoración interna. No obstante, en su versión estándar, el SAFE no garantiza ningún tipo de retorno si no se produce una ronda cualificada, lo que subraya el carácter altamente especulativo de este tipo de inversión.

El SAFE también plantea desafíos en términos de gestión del cap table. Dado que se trata de un compromiso de emisión futura de participaciones, la empresa puede perder visibilidad sobre la dilución real que se producirá una vez que todos los SAFEs se conviertan en equity. Esta falta de claridad puede generar tensiones con inversores institucionales que participen en rondas posteriores, especialmente si existen múltiples SAFEs con condiciones diferentes. Por este motivo, se recomienda a las startups mantener un registro exhaustivo de los acuerdos firmados y proyectar distintos escenarios de conversión para anticipar el impacto en la distribución accionarial.

En el plano legal, el SAFE ha generado una evolución significativa en la forma en que los emprendedores acceden al capital. Aunque fue diseñado bajo la legislación estadounidense, se ha ido adaptando a las normativas locales en Europa y Latinoamérica, con variantes contractuales que respetan las particularidades jurídicas de cada jurisdicción. En España, por ejemplo, el uso del SAFE aún no está completamente estandarizado, pero se han implementado modelos similares que buscan replicar sus beneficios, como los contratos de cuentas en participación o los acuerdos de inversión condicionada. Algunos despachos especializados ya ofrecen plantillas adaptadas a la legislación mercantil española para facilitar su uso por startups locales.

Desde el punto de vista de los inversores, el SAFE permite una entrada rápida y relativamente segura en proyectos de alto potencial. Su bajo coste jurídico y su flexibilidad lo hacen especialmente atractivo para ángeles inversores, family offices y fondos de venture capital que operan en fases muy iniciales. Además, su carácter estandarizado facilita la negociación y reduce significativamente los tiempos de cierre de la operación. Esta rapidez es un factor decisivo en un entorno donde la velocidad de ejecución puede marcar la diferencia entre captar una oportunidad de mercado o perderla.

La evolución del SAFE también ha dado lugar a nuevas versiones del contrato. En 2018, Y Combinator introdujo una versión "post-money" que permite calcular de forma más precisa la dilución futura provocada por la conversión de los SAFEs. Esta versión mejora la transparencia y facilita la toma de decisiones tanto para fundadores como para inversores. En ella, la capitalización de la empresa se calcula una vez incorporados todos los SAFEs firmados, lo que permite anticipar con mayor exactitud el número de acciones a emitir en la ronda cualificada. Aunque esta variante implica una mayor dilución para los fundadores, ofrece una visión más realista del impacto accionario y ha sido bien recibida por el mercado.

Más allá de su funcionalidad como instrumento de financiación, el SAFE también ha contribuido a transformar la cultura emprendedora. Al reducir las barreras de entrada para la inversión, permite que más proyectos accedan a capital en sus primeras fases, fomentando la experimentación, la innovación y la iteración rápida de modelos de negocio. Este enfoque es especialmente útil en sectores como el software, la inteligencia artificial, la biotecnología o la fintech, donde los costes iniciales pueden ser significativos y el time-to-market crítico para la supervivencia del proyecto.

En términos prácticos, implementar un SAFE requiere de asesoramiento jurídico especializado, a pesar de su aparente sencillez. Aunque muchos emprendedores descargan plantillas estandarizadas, su correcta adaptación al contexto legal de cada país, así como la personalización de cláusulas clave, como los escenarios de conversión o los derechos preferentes, son fundamentales para evitar conflictos futuros. El creciente interés por este tipo de acuerdos ha impulsado también la aparición de plataformas legales automatizadas que permiten a startups e inversores generar SAFEs personalizados con validación jurídica, lo que ha contribuido a su masificación.

El debate sobre los límites del SAFE sigue abierto. Algunos expertos advierten que su uso indiscriminado puede provocar estructuras accionarias difíciles de gestionar, especialmente cuando se combina con múltiples instrumentos convertibles y se enfrenta a rondas de inversión más complejas. Por ello, se insiste en que el SAFE debe utilizarse con criterio estratégico y dentro de un plan de financiación claro, que contemple sus implicaciones a medio y largo plazo. En contextos donde la seguridad jurídica es prioritaria o donde los marcos legales son más rígidos, es posible que se prefieran instrumentos alternativos con mayor trazabilidad legal.

En definitiva, el SAFE ha introducido una disrupción relevante en la forma en que se financian las startups tecnológicas, permitiendo que fundadores e inversores alineen sus intereses en etapas de alta incertidumbre sin asumir costes ni cargas jurídicas innecesarias. Su impacto en la agilidad del capital semilla, en la democratización de la inversión y en la creación de valor temprano es innegable. Aunque no está exento de riesgos ni de limitaciones, se ha consolidado como una pieza fundamental del toolkit emprendedor moderno. Comprender sus fundamentos, su evolución y su aplicación práctica es indispensable para cualquier actor del ecosistema que aspire a participar activamente en la construcción de empresas de alto crecimiento desde su génesis.

Responsable de Redes Sociales y redactora de TodoStartups
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