La sostenibilidad se ha convertido en el tema por excelencia en cualquier sector, también en el de los emprendedores. Y es que las startups están trabajando para dejar huella en este ámbito, para conseguir que sus productos y servicios se desarrollen de una manera sostenible y así contribuir a un mundo mejor. Eso sí, hay que hacerlo sin poner en riesgo la viabilidad ni la rentabilidad de su proyecto de negocios. Y es que nos encontramos en un momento en el que hay una gran presión regulatoria, las expectativas del consumidor son muy altas y los límites ambientales convergen, de ahí que este tipo de empresas se encuentren ante un gran desafío, como el de rediseñar procesos, productos y servicios con una lógica circular sin sacrificar su competitividad ni sus márgenes. Esta transformación no solo exige voluntad, sino también una reformulación profunda de la lógica de creación de valor.
La economía circular se presenta como una alternativa al modelo lineal de “extraer, producir, consumir y desechar”, proponiendo en su lugar estrategias centradas en el ecodiseño, la reparación, el reacondicionamiento, la reutilización y el reciclaje. Su implementación efectiva requiere repensar el ciclo de vida de los productos desde su concepción, priorizando materiales reciclables, procesos de bajo impacto, modularidad y durabilidad. Para las startups, esta visión implica incorporar criterios de circularidad en fases tempranas del diseño de producto, donde la flexibilidad y la cultura innovadora pueden jugar a favor, pero también donde los recursos suelen ser escasos y las decisiones estratégicas más arriesgadas.
Uno de los principales obstáculos identificados por las empresas que intentan aplicar modelos circulares es la percepción de que este tipo de iniciativas conllevan mayores costes iniciales. El diseño de productos más duraderos o reciclables puede requerir inversiones adicionales en I+D, materiales más caros o procesos de fabricación menos estandarizados. Además, la gestión de flujos reversos —como la recogida de productos usados para su reacondicionamiento— supone una complejidad logística que muchas startups no están preparadas para asumir en sus primeras fases de escalado.
Sin embargo, el argumento económico en favor de la circularidad se refuerza con cada nueva crisis de materias primas o disrupción en las cadenas de suministro global. Empresas que han incorporado estrategias de reaprovechamiento de materiales o de economía de servicios han demostrado mayor resiliencia operativa y mejor capacidad para absorber la volatilidad de los mercados. La circularidad no solo permite mitigar el riesgo asociado a la dependencia de recursos finitos, sino que también abre la puerta a nuevos modelos de ingreso basados en la servitización, la suscripción o el pago por uso, los cuales favorecen relaciones de largo plazo con los clientes y una mayor fidelización.
Casos de éxito emergen en sectores tan diversos como la moda, la construcción, la tecnología y la alimentación. Startups como Fairphone han apostado por dispositivos electrónicos modulares, diseñados para ser fácilmente reparables y actualizables, desafiando el paradigma de obsolescencia programada. En el ámbito de la alimentación, modelos de upcycling que convierten subproductos alimentarios en nuevas líneas de negocio están captando tanto inversión como atención mediática. Estas experiencias no solo validan la viabilidad económica de la circularidad, sino que ilustran su potencial como ventaja competitiva y narrativa de marca diferenciadora.
La integración de prácticas circulares no puede desvincularse del marco regulatorio. La Unión Europea, a través de su Pacto Verde y el Plan de Acción para la Economía Circular, impulsa normativas que obligarán progresivamente a las empresas a asumir responsabilidades ampliadas sobre sus productos. La entrada en vigor de regulaciones como la Directiva de Diseño Ecológico, que obligará a que los productos sean más fácilmente reparables, actualizables y reciclables, cambia el terreno de juego para los emprendedores. Adaptarse anticipadamente a estas exigencias puede significar una ventaja en el posicionamiento competitivo, especialmente en sectores intensivos en producto físico.
Uno de los aspectos menos visibles, pero estratégicamente más relevantes, es la gestión de datos y trazabilidad en modelos de negocio circulares. Para cerrar ciclos de manera efectiva se requiere visibilidad sobre el flujo de materiales y componentes, lo que ha llevado a un auge de soluciones digitales que integran inteligencia artificial, blockchain o IoT en sistemas de seguimiento y optimización de recursos. La economía circular digitalizada —que combina sostenibilidad y transformación tecnológica— representa un campo fértil para nuevas propuestas de valor orientadas a la eficiencia y la transparencia.
A pesar de los beneficios potenciales, la implementación de estos modelos requiere superar fricciones organizativas. Muchas startups operan en marcos de inversión que priorizan el crecimiento rápido, lo que puede entrar en conflicto con la inversión en procesos circulares, cuyo retorno tiende a materializarse en el largo plazo. La alineación con inversores que compartan una visión de triple impacto (económico, social y ambiental) es clave para sostener este tipo de estrategias sin comprometer la viabilidad financiera. Fondos especializados en inversión de impacto, así como programas de aceleración centrados en sostenibilidad, están emergiendo como aliados importantes para facilitar esta transición.
Por otro lado, existe una brecha de conocimiento técnico y operativo que aún limita la adopción generalizada de principios circulares. El diseño para la reutilización, la planificación de retornos logísticos o la integración de materiales reciclados requieren competencias específicas que no siempre están disponibles en los equipos fundadores. La colaboración con centros de innovación, universidades o empresas especializadas puede suplir esta carencia, pero también demanda tiempo, recursos y capacidad de coordinación, aspectos que no todas las startups pueden asumir en solitario.
El consumidor también desempeña un rol determinante. Aunque las encuestas señalan una creciente preferencia por productos sostenibles, las decisiones de compra aún están muy influenciadas por el precio, la comodidad y la percepción de valor inmediato. Educar al mercado, generar confianza en la durabilidad y desempeño de productos circulares, y construir narrativas de marca coherentes con la propuesta de sostenibilidad son tareas que requieren inversión en marketing, comunicación y experiencia de cliente.
En este escenario, los modelos de negocio circulares no deben entenderse como una serie de acciones aisladas, sino como un sistema interconectado que influye en el diseño, la logística, la relación con los clientes y la rentabilidad a largo plazo. La circularidad exige repensar no solo el producto o servicio, sino también el modelo operativo completo, desde la cadena de suministro hasta la estrategia de monetización y la propuesta de valor.
Si bien el camino hacia la circularidad plantea retos sustanciales —especialmente en cuanto a financiación, diseño de procesos y alineación estratégica—, también abre oportunidades significativas para diferenciarse en mercados saturados, responder a las demandas regulatorias y posicionarse como actores relevantes en una economía que exige nuevos modelos regenerativos. Aquellas startups y empresas emergentes que logren integrar la sostenibilidad sin sacrificar la rentabilidad estarán mejor posicionadas para liderar el cambio hacia un sistema económico más resiliente, innovador y justo.