Reportaje Startups

Las amenazas digitales que más impactan a las startups: un problema de escala, cultura y recursos

Responsable de Redes Sociales y redactora de TodoStartups

Las startups se encuentran ante un desafío que va más allá de todo lo que han planeado. Se trata de la ciberseguridad, ya que los piratas que pueden atacar la empresa puede dañar no solo a la propia startup, sino también a los clientes y, por tanto, a la reputación de la marca que tanto esfuerzo ha costado. Y es que los proyectos emergentes, habitualmente enfocados en escalar de forma rápida, innovar en modelos de negocio o irrumpir en mercados poco explorados, enfrentan un escenario de riesgo en el que la vulnerabilidad digital puede tener un impacto desproporcionado. A diferencia de las grandes empresas consolidadas, las startups operan con recursos limitados, procesos inmaduros y estructuras ágiles que a menudo priorizan el crecimiento sobre la protección. Este contexto las convierte en objetivos preferentes para los ciberdelincuentes, que encuentran en ellas una combinación de activos valiosos, sistemas poco protegidos y escasa preparación para la defensa.

Uno de los ataques más frecuentes y peligrosos para las startups es el ransomware, una amenaza que cifra los datos del sistema y exige un rescate económico para su liberación. Este tipo de ofensiva no solo compromete la operación cotidiana de la empresa, sino que puede paralizar totalmente su actividad durante días o semanas, con consecuencias críticas para negocios que dependen del acceso constante a su tecnología o plataforma digital. Además, el coste del rescate, aunque pueda parecer asumible en ciertos casos, no garantiza la recuperación completa de los datos y suele conllevar daños reputacionales difíciles de reparar. Según estudios recientes del sector, más del 60 % de las pequeñas y medianas empresas que sufren un ataque de ransomware no logran recuperarse financieramente en los seis meses siguientes.

Otra amenaza que afecta con frecuencia a las startups es el phishing dirigido o spear phishing, que consiste en correos electrónicos personalizados con apariencia legítima que buscan obtener credenciales de acceso, información financiera o datos confidenciales. En startups tecnológicas, donde las relaciones con inversores, clientes o proveedores se desarrollan con frecuencia mediante canales digitales, este tipo de ataque resulta particularmente eficaz. Los ciberdelincuentes estudian previamente a los empleados, analizan los movimientos de la empresa y elaboran mensajes altamente creíbles que engañan incluso a perfiles técnicos. La falta de formación específica y de protocolos sólidos de verificación interna incrementa la efectividad de estas campañas.

Uno de los factores estructurales que explican la vulnerabilidad de las startups ante estas amenazas es la escala operativa. En muchas de ellas, el equipo técnico es reducido y se encuentra sobrecargado por las demandas del desarrollo de producto, la infraestructura y la experiencia de usuario. Esto suele traducirse en una atención insuficiente a aspectos como la segmentación de accesos, la monitorización de eventos sospechosos o la actualización regular de sistemas. Además, el uso intensivo de herramientas de terceros, plataformas SaaS y entornos cloud sin una adecuada configuración de seguridad aumenta la superficie de ataque. Aunque estas soluciones permiten a las startups crecer rápidamente sin grandes inversiones en infraestructura, también introducen riesgos complejos que requieren una supervisión experta que no siempre está disponible.

En este contexto, otro vector de amenaza que ha cobrado protagonismo en los últimos años es la filtración interna involuntaria, también conocida como error humano. Empleados que comparten información sensible por canales inseguros, contraseñas débiles almacenadas en documentos compartidos o el uso de dispositivos personales sin políticas de protección son prácticas habituales en entornos startup. A menudo, la urgencia por entregar resultados y la cultura de informalidad tecnológica contribuyen a minimizar estos riesgos. No es extraño que las startups carezcan de políticas claras de gestión de contraseñas, autenticación multifactor o protocolos de respuesta ante incidentes, elementos que resultan esenciales para contener daños en caso de ataque.

A nivel cultural, muchas startups aún no integran la ciberseguridad como parte de su ADN corporativo. Mientras que aspectos como la innovación, el diseño del producto o la captación de usuarios reciben atención constante, la protección de los activos digitales sigue viéndose en ocasiones como una preocupación secundaria, vinculada a fases posteriores de madurez empresarial. Este enfoque reactivo puede ser fatal. Los inversores, especialmente en etapas avanzadas de crecimiento, comienzan a exigir cada vez con más frecuencia garantías de ciberseguridad, tanto por el valor del producto como por la exposición legal y reputacional. En sectores como fintech, salud digital o plataformas de datos, una brecha puede implicar sanciones regulatorias y pérdida de confianza irreversible.

El coste económico de implementar soluciones de ciberseguridad también actúa como freno para muchas startups. Aunque existen herramientas gratuitas o de bajo coste capaces de ofrecer protección básica, la implementación de soluciones profesionales requiere una inversión que a menudo se considera prescindible. Sin embargo, diversos estudios apuntan a que la inversión temprana en seguridad puede reducir hasta en un 60 % los costes de recuperación en caso de incidente. Algunas incubadoras y fondos de capital riesgo están empezando a incluir auditorías de ciberseguridad en sus procesos de due diligence, lo que obliga a los emprendedores a incorporar estas preocupaciones desde las primeras fases del desarrollo empresarial.

En el plano estratégico, otro riesgo importante proviene de la dependencia tecnológica de terceros sin garantías de seguridad contractual. Muchas startups confían el alojamiento de datos, la infraestructura operativa o incluso componentes del software a empresas externas, sin cláusulas claras sobre protección, cifrado o notificación de incidentes. Esta práctica, si bien eficiente desde el punto de vista de la escalabilidad, puede trasladar el riesgo legal al emprendedor en caso de vulneración de datos personales o interrupción del servicio. La gestión contractual de proveedores tecnológicos y la evaluación de sus estándares de seguridad son tareas que a menudo se postergan o se abordan superficialmente, con implicaciones legales relevantes.

En paralelo, surge un fenómeno que afecta especialmente a startups de base tecnológica o con productos altamente innovadores: el espionaje industrial digital. Este tipo de ataque, más sofisticado, no busca extorsión directa ni robo económico, sino la obtención de información estratégica sobre patentes, algoritmos, roadmap de producto o planes de expansión. En mercados competitivos y globalizados, la filtración de este tipo de información puede debilitar gravemente la ventaja competitiva de una startup y comprometer su viabilidad en rondas futuras. Aunque más difícil de detectar, este tipo de amenaza ha crecido en intensidad en sectores como inteligencia artificial, biotecnología o energías renovables.

Frente a este panorama, las startups que logran blindar su modelo de negocio con prácticas básicas de ciberseguridad ganan una ventaja estratégica. Medidas como la formación periódica de equipos en buenas prácticas digitales, el uso sistemático de autenticación multifactor, la segmentación de accesos por rol, el cifrado de datos sensibles y la elaboración de planes de contingencia ante incidentes son pasos realistas y accesibles para la mayoría de proyectos emergentes. Existen además comunidades y recursos específicos para startups que ofrecen asesoramiento gratuito o subvencionado en materia de ciberseguridad, incluyendo iniciativas públicas, programas de aceleración o asociaciones sectoriales.

Los riesgos de ciberseguridad que más impactan a las startups no son únicamente técnicos, sino también organizativos y culturales. La falta de experiencia, la presión por crecer, la informalidad operativa y la escasez de recursos configuran un terreno fértil para ataques cada vez más específicos y rentables. El ecosistema emprendedor avanza hacia una mayor conciencia de estos peligros, impulsado por exigencias regulatorias, expectativas de los inversores y la propia evolución del mercado. Integrar la ciberseguridad desde el inicio ya no es una opción deseable, sino una condición estructural para la sostenibilidad, escalabilidad y confianza de cualquier proyecto innovador. Las startups que comprendan esta lógica no solo reducirán su exposición a los ciberriesgos, sino que fortalecerán su valor diferencial en un entorno cada vez más competitivo y digitalmente exigente.

Responsable de Redes Sociales y redactora de TodoStartups
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